Vidas que hablan: Liliana Siracusano

Liliana es una artista y pintora que ha conocido a los Misioneros Oblatos en Messina en los años 70. En 1988 ha entrado, oficialmente, a formar parte de la Asociación Misionera de María Inmaculada (AMMI), y ha ocupado en ella diversos cargos. Ha estudiado teología y ha participado en numerosos viajes misioneros a África, viajes que continúan hasta ahora. El 27 de abril ha sido nombrada Oblata Honoraria y ha recibido la Cruz Oblata durante el Congreso de Laicos de la Familia Oblata que se celebró en Sassone, Roma.

Liliana, te he encontrado con frecuencia en los viajes misioneros a Senegal y Guinea Bissau. ¿Por qué vas a estos países de África?

Voy a África desde hace años porque para mi es un viaje del alma, como si hiciera unos ejercicios espirituales. De hecho, experimento la presencia de Dios que sana, perdona y me hace más capaz de amar. En Guinea he ofrecido durante 5 años un curso en la Universidad católica con el título “Colorear la vida”: enseñaba a los futuros maestros la búsqueda de la creatividad, de la belleza, de la armonía; enseñaba a preparar una fiesta para los niños, como hacer coronas, máscaras y serpentinas con forma de animales y también cómo reciclar plástico y metales. Desde hace 2 años voy solo para hacer juegos de magia en los colegios y las guarderías; la magia es una maravilla, que hace reír y asombrarse a los niños y donde no es necesario hablar el mismo idioma.

¿Qué te motiva a hacer todo esto?

Hago esto porque quiero llenar de luz a las personas, regalar la alegría de la sonrisa a los más pequeños y también la ternura que se manifiesta a través de un gesto, una caricia, un caramelo, un globo, porque la ternura nos hace felices. En Guinea he pintado muchos murales en los colegios, en los hospitales y cuadros en las iglesias. He dibujado la historia de la Salvación, la historia del Cielo que desciende a la tierra en 70 lienzos para el obispo Zilli en Bafatà; soy feliz porque lo utilizan para la catequesis en la diócesis.

Tienes un espíritu misionero muy hermoso…

Siento que ser misionera es mi vocación, la siento como una tarea que Dios me ha confiado. La misión para mi es vivir el Bautismo en lo cotidiano, es vivir la perenne novedad de la vida. Los dones de profecía, de realeza y de sacerdocio, sobre todo, el don de la Fe es para mi la fuerza, el impulso y el motor de mi vida para compartirla con la humanidad más cercana.

Imagino que tienes otros compromisos cuando estás en Messina…

Me siento muy afortunada, y es una gracia extraordinaria, porque todo el año tengo la oportunidad del primer anuncio, dando catequesis de Primera Comunión y de Confirmación a adultos que han sido probados por el dolor que deja cicatrices y heridas en lo más íntimo: son ex toxicómanos encarcelados de la comunidad de Faro en Messina. El Centro de Solidatidad FARO (Fraterno Aiuto Riabilitazione e Orientamento) es una organización sin ánimo de lucro que trabaja en el ámbito de las adicciones para el tratamiento, la recuperación y la reinserción social de personas drogodependientes.

¿Qué te sostiene en tu “ser misión”?

Gracias a mi forma de ser, vivo todo con ardor y con pasión.  Hay algunos aspectos fijos que me permiten vivir la misión: la Palabra de Dios, un camino privilegiado, que me renueva todos los días; la oración que es la vía espiritual, donde mi soledad se vuelve encuentro y relación con Dios; la Eucaristía transforma mi pobreza y debilidad, me da una vida de resucitada y es lo infinito que entra en mi realidad; María, madre de amor y misericordia, que con su ejemplo hace germinar y perfuma mi vida, la libera y me hace cantar mi propio Magníficat. Jesús ha iluminado las noches oscuras de mis pruebas, me ha dado la fuerza para aceptar, llevar y ofrecer mis cruces. Es por esto que me siento una hija amada que no se deja robar la alegría y la esperanza de seguir soñando y deseando. 

Editado por Flavio Facchin OMI