Paul David Niakh, misionero senegalés oblato de María Inmaculada, trabajó durante unos años en Dakar en la casa de formación para jóvenes en busca de su vocación a la vida consagrada y desde 2019 es párroco en la misión de Temento, en el sur de Senegal, donde se encuentra el Santuario Mariano de la diócesis de Kolda dedicado a “Nuestra Señora de la Paz”.
Paul David, ¿por qué y cómo te hiciste misionero oblato de María Inmaculada?
Es una buena pregunta. Soy originario de la parroquia de la “Conversión de San Pablo” en Djilas, en la zona de la etnia “Sereer” de Senegal, y aquí trabajaron durante muchos años los oblatos: fundaron la misión misma. Así que los conocí porque eran los misioneros de nuestra zona, y me ayudaron a ir a la escuela y a decidir qué camino tomar en mi vida. Confieso que los niños estábamos asombrados por su vida: habían dejado su país para venir a nosotros a llevar el Evangelio, vivían en contacto con la gente, visitaban pueblos y comunidades cristianas, estaban cerca de modo particular de los enfermos y de los pobres. Para mí fueron un gran ejemplo con el estilo de su vida misionera dedicada a Dios y a la gente.
¿Qué significa para ti “ser misionero”?
Doy gracias al Señor por haberme llamado a colaborar en su misión, es decir, dar a conocer el Amor de Dios a cada hombre y a cada mujer. Considero importante, como misionero, estar disponible en primer lugar con los hermanos de la comunidad en la que estoy llamado a vivir y trabajar y, por supuesto, estar disponible para la gente, saber acogerlos ya que estoy en un santuario mariano que es un destino de peregrinación. Además, me parece muy importante saber tejer relaciones con las personas, en el día a día de sus vidas y, por lo tanto, hacerme presente con ellas: me gusta vivir con personas y entre personas. Un aspecto hermoso de ser misioneros es trabajar juntos como comunidad oblata porque es la comunidad la que evangeliza; la gente nos mira y desde nuestra forma de vida podemos testimoniarles el amor de Dios.
¿Qué haces en Temento?
Soy párroco y rector del santuario mariano. Conmigo hay otros tres misioneros oblatos, todos senegaleses. Como párroco y junto con mi comunidad, me ocupo de la organización de actividades misioneras, catequesis, celebraciones masivas y visitas a la gente en sus pueblos. Los diversos Consejos Parroquiales y los diferentes grupos que se constituyen nos ayudan a llevar el Evangelio a los fieles: es necesario saber detenerse, planificar, evaluar, revisar nuestros modos de anuncio y de trabajo. Como rector del santuario me encargo de la preparación y organización de las peregrinaciones y de éstas la más importante es la del tercer domingo de Cuaresma cuando vienen los fieles de las diócesis de Kolda y Ziguinchor, pero también los hay de Guinea Bissau y Gambia, países vecinos, para un total que supera las 10.000 presencias. El mensaje que se ofrece en cada peregrinación es mariano y sobre todo rezamos a la Virgen María, a la que confiamos nuestro camino como cristianos. El santuario está dedicado a María, Reina de la Paz, y esto es significativo porque esta zona fue escenario de una guerra de guerrillas a finales del siglo pasado: se invoca la paz, cuando hay paz todo desarrollo es posible.
¿Cómo son las relaciones con los musulmanes?
Aquí están los grupos étnicos Mancagne y Balant que son principalmente animistas o cristianos, mientras que los Mandengue son musulmanes. Tenemos buenas relaciones. El general Xaliff de Balantacounda nos visita de vez en cuando, sobre todo en Navidad y Semana Santa. Participa en la peregrinación porque María también es importante para los musulmanes. También yo, con motivo de Tabaski u otras festividades musulmanas, los visito y rezo con ellos. También sucede a menudo visitar a familias musulmanas con las que discutimos nuestras religiones y rezamos juntos por unos momentos. Además, en nuestras obras sociales, como las escuelas y los centros de asistencia médica, la ayuda es para todos: cristianos y musulmanes.
¿Alguna última palabra que surja de tu corazón?
Me parece importante que trabajemos continuamente para tejer buenas relaciones con las personas, con todas las personas y de todas las religiones. Por eso es necesario saber dar tiempo a las personas para que escuchen. La gente viene aquí a rezar y a veces necesitan ser escuchados o rezar juntos. Es nuestra tarea dar tiempo para acoger, para que todos se sientan acogidos en este lugar.